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Invasión de Ucrania; las No Lecciones después de un año: Fuerzas Especiales part.1

Invasión de Ucrania; las No Lecciones después de un año: Fuerzas Especiales part.1

Se cumple un año de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Un año de la guerra, que por razones obvias, más cerca hemos seguido desde antes, incluso de que esta se produjera. Un año de análisis que nos permite extraer ya conclusiones.

Vamos a desarrollar estas conclusiones en una serie de artículos organizados por temáticas; y como esto es un perfil dedicado a las Fuerzas Especiales, empezaremos tratando su desempeño en Ucrania. Centrados en el bando ucraniano, sus fuerzas especiales y las «no lecciones» que extraemos de este año; como veréis.


Evolución de las fuerzas especiales ucranianas antes de la invasión de 2022 

Los sucesos de 2014 en Ucrania provocaron una catarsis en el país, y por derivación; en sus fuerzas armadas. Aunque desde fuera no parecía que estuvieran viviendo una gran transformación, por la permanencia, aún en sus filas, de la herencia soviética: representada en equipamiento, doctrina y liderazgo. Parecía un ejército agotado tras el shock de la pérdida de Crimea y parte del territorio lindante con Rusia. Incapaz de recuperar estos zarpazos que Moscú le había asestado y satisfechos con mantener el frente y no perder más territorio. Es lo que les parecía a muchos analistas; que incluso llegaron a describir a las fuerzas armadas ucranianas como un ejército «enfocado en misiones humantirias»; en alusión a su participación en operaciones de Naciones Unidas y una fuerza aérea centrada en ser transporte logístico de organismos internacionales o terceros países.

Pero si rascabas; descubrías que se estaba larvando un cambio desde dentro, con el esfuerzo de los Estados Unidos en apoyar la transición de unas fuerzas armadas ex-soviéticas, hacia otras con estándar OTAN. Aunque se realizó algún ejercicio militar con la participación de aliados de la OTAN en su territorio (ejemplo; en 2014 y en 2021), y a su vez, el ejército ucraniano salió a participar en alguna de estas maniobras, fuera de sus fronteras (ejemplo). Las semillas se estaban sembrando a niveles inferiores, como por ejemplo; las fuerzas especiales ucranianas.

Conscientes en Washington de que ayudar a Ucrania, mediante el suministro de complejos y avanzados sistemas de armas, podría conducir a una escalada: aunque se ha demostrado que ese análisis fue erróneo, conociendo la fijación de Putin con Ucrania.  Tomaron la estrategia que llevan haciendo desde el final de la IIGM; el asesoramiento y adiestramiento de la tropa ucraniana (en especial los suboficiales) y en sobre todo: de sus fuerzas especiales.

El Pentágono y Langley pusieron toda la carne en el asador para mejorar las unidades de operaciones especiales ucranianas, desde el primer día que se demostró la ruptura de Kiev con Moscú, algo obvio si tenemos en cuenta que el primero había sufrido una agresión resuelta con invasión permanente por el segundo. El desarrollo de esta campaña de asimilación de las fuerzas de operaciones especiales a estándares OTAN, se estructuró más concienzudamente que en otras circunstancias. Si estamos acostumbrados a ver a las fuerzas especiales de EE.UU trabajando y asesorando a sus homólogas de terceros países, sean aliados declarados o no, en diferentes puntos del planeta; hasta con escuelas como la CIST, aquí en Europa. En el caso de Ucrania; parece que las prisas animaron a desplazar operadores ucranianos (en su mayoría suboficiales y oficiales) a los EE.UU y sumar a otros en el esfuerzo; como Reino Unido o Israel (enlace).

Geopolítica mediante; las fuerzas especiales ucranianas debían pasar, en poco tiempo, de ser Spetsnatz a OEs occidentales. Por la premura de la situación; no gozaban del tiempo que tuvieron homónimas de otros países, que habían pertenecido al Pacto de Varsovia y habían pasado a formar parte de la OTAN como Rumania o Rep. Checa (Polonia es un caso excepcional por motivos que no vienen al caso, porque darían para un libro, como el debate de que estos países pasen a solicitar pertenecer a la OTAN; del que si se han escrito libros). Y esta premura empujó a que se tomaran medidas excepcionales; como crearles un curso específico y análogo al “Q” de los Boinas Verdes estadounidenses (enlace).

Además de la formación, otro aspecto relevante; fue el aumento de tamaño de las fuerzas especiales ucranianas, que se dobló. Y organizarlas orgánicamente y estructuralmente a semejanza (si, también) de sus homólogas occidentales.

Entender que se buscaba con todo esto, lo iremos viendo más adelante. Pero adelantamos los dos motivos principales; que en caso de conflicto funcionaran igual, en todos los sentidos, que las de los países que le darían apoyo para facilitar su desempeño, y plantear una defensa del territorio del tipo guerrilla a la española.

Ponemos el foco en las fuerzas especiales de las fuerzas armadas ucranianas. Dado que las policiales no han recibido la misma atención por motivos obvios (no existe una OTAN policial, ni su función es el combate directo frente a invasores estatales, y es así; allí y aquí, guste o no) y que continúan «pareciéndose» a sus homólogas rusas; centradas ambas en interceptar y detener a elementos que colaboran con el enemigo y a la delincuencia de siempre. Y visto lo visto; no parece que les desmerezca esta comparación, porque los Spetsnatz de la seguridad interior rusa están manteniendo su prestigio frente a la hecatombe que estamos viendo en sus compatriotas militares.

Las fuerzas especiales ucranianas subordinadas a la Inteligencia del país, tampoco vamos a tratarlas; están siendo fantasmas en la niebla y esquivas a informaciones e imágenes donde sean el foco, como debe ser.

Guerrilla 2.0 

( o mejor 3.0, si las 1.0 fueron las nuestras y las 2.0 las de la IIGM y conflictos del siglo pasado)


Desde el momento que ya se anticipaba con seguridad la invasión; los aliados de Ucrania se centraron en enviar armas de uso individual; desde rifles hasta ATGMs y MANPADS, con dos claros propósitos. El primero y fundamental; entorpecer el avance ruso en terreno ucraniano y segundo; no ampliar el problema militar a terceros, enviando sistemas armamentísticos que sirvieran a Putin como excusa para escalar.

Cualquier análisis previo y serio de una invasión de Ucrania por Rusia proyectaba todo lo que finalmente Rusia fue incapaz de hacer. Moscú llevaba semanas transportando, desde todos los puntos de su territorio, cantidades ingentes de soldados y material. La invasión se produciría desde múltiples frentes, y el terreno ucraniano no es propicio para detener un carro de combate; con el depósito lleno y un tren de suministros del tamaño de un continente a sus espaldas. Por no hablar del posible desmoronamiento de los centros de mando militar y político del país invadido ante tal acometida.

Pero aunque Rusia convirtió su prometido paseo triunfal en una ascensión tragicómica a la montaña de las vergüenzas tácticas y estratégicas. El pueblo ucraniano, y sus fuerzas especiales, estaba preparado para convertir en un infierno la invasión y posterior ocupación rusa. Empezando por la formación de voluntarios, milicias y movilizados del ejército.

Parte de las fuerzas especiales ucranianas pasaron a representar el papel que habían interpretado, hasta hacía bien poco, los asesores (operaciones especiales) foráneos. Pero esta vez como formadores de cualquiera que pusiera su voluntad al servicio de la defensa de su tierra. El rol de FID (Foreign Internal Defense) que en la OTAN, sus fuerzas especiales realizan en terceros países, los ucranianos tuvieron que implementarlo en su propio país; con formación y acompañamiento en operaciones.

Una vez, las tropas rusas rebasaron la frontera, esta iniciativa de asesoramiento y acompañamiento de parte de los operadores de operaciones especiales (OEs) ucranianos, fue decisiva en el seguimiento, contención y eliminación de las agrupaciones rusas, tanto blindadas, como ligeras.

Centrándonos en el acompañamiento de unidades militares y no militares, dedicadas a la defensa durante aquellos primeros caóticos días. La función de los operadores estuvo más enfocada en la tutorización de estas unidades menos «especializadas» durante los desplazamientos y despliegues. Al estar los operadores con formación occidental, altamente capacitados en comunicaciones, designación de objetivos, recolección de información o uso de drones, principalmente. Sirvieron de multiplicadores de fuerza en unidades inexpertas o que carecían de estas capacidades. También es cierto que no ocurrió en todas, seguramente el acompañamiento se dio en las que precisaban de mayor soporte. Estamos hablando de que a esta función se destinaron pocos operadores por la lógica necesidad que tenían las propias unidades de operaciones especiales de funcionar como tales entonces y ahora.

Desde que la milicia se profesionalizó; ha sido frecuente que, en situaciones en la que las fuerzas regulares se desmoronaban; algunos de sus integrantes pasaran a formar parte de los grupos de civiles que por diversos motivos (persecución, supervivencia, rebeldía, etc) pasaban a la lucha clandestina. Lo que en España acuñamos con el nombre de “guerrillas”, pero que venía sucediendo desde mucho antes. Estos soldados que pasaban a integrarse en las guerrillas; eran los encargados de formar al resto de camaradas, sin experiencia militar, en el uso de las armas, principalmente. Circunstancias improvisadas que se convirtieron en deliberadas durante la Segunda Guerra Mundial,  gracias al apoyo de los aliados a la resistencia que guerreaba en la retaguardia alemana y japonesa.

Los ingleses, con el SOE (Dirección de Operaciones Especiales por sus siglas en español) serían los que alcanzaron la mayor efectividad en esta estrategia de apoyo a la resistencia. Pero los Estados Unidos acabaron siendo los que supieron sacar mayor provecho de ella, en las guerras posteriores en las que participaron o quisieron participar “sin participar oficialmente”. De este último proceder sacarían de la chistera la figura del «asesor», militares o ex-militares enviados al bando amigo, para formar y tutelar a este con la finalidad de que que ganara y lograr victorias delegadas. Así comenzó la intervención de Estados Unidos en Vietnam, por ejemplo: enviando asesores para formar a los survietnamitas en el empleo del armamento occidental suministrado, o “asesorar” a las unidades de elite del país indochino.

Así nacería el concepto de Guerra Irregular, en el que basaría su trabajo especialmente; dentro de las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos; sus boinas verdes, como indican en la historia del término. Y es en este momento donde encontramos la conexión entre los boinas verdes y su curso Q, antes citado, y las fuerzas especiales ucranianas.

Pero como en el título hemos prometido citar las lecciones de esta guerra; este asesoramiento delegado; es decir; de la élite de Estados Unidos a su homóloga ucraniana, para que esta lo despliegue el conocimiento recibido en la defensa de su país mediante la Guerra Irregular. Ha sido la vuelta a la base primordial para la que fueron creadas y la confirmación de que las guerras en las próximas décadas requerirán de esta forma de hacer la guerra, como recoge el plan del USASOC para el 2035.

Paradógicamente, la guerra contra el terrorismo que comenzó bajo el paraguas de Operación Libertad Duradera tras el 11S; empezó con la participación de los boinas verdes de EE.UU como siempre habían hecho, desperdigándose por las montañas de Afganistán para asesorar a las tribus contrarias al régimen talibán. Pero una vez este régimen cayó y accedió al poder un gobierno amigo (igual que en Irak), las fuerzas especiales de Estados Unidos cambiaron de tácticas radicalmente; pasando de ser asesores a una especie de unidades SWAT, encargadas de detener células terroristas cada noche; como la que culminó con la detención y eliminación de Bin Laden en 2011, con la Operación Lanza de Neptuno (porque la ejecutaron los SEAL de la Ma-ri-na de EE.UU). Estas dos décadas de lucha contra el terrorismo, basada en golpes directos, han sido una rémora (según ellos) en la evolución de las fuerzas especiales de este país. Al olvidar su razón principal (la Guerra Irregular) y desviar esfuerzos, entrenamiento y equipamiento en misiones, digamos, secundarias; como asaltar dormitorios de barbudos. Bajo nuestro punto de vista, olvidan el bagaje que han acumulado en combate real, trabajo inter-armas e inter-agencias.

Pero, como contábamos, la guerra contra el terrorismo en aldeas polvorientas y suburbios decadentes es ya cosa del pasado. Y el presente está en la competencia entre bloques y estados. Especialmente con el auge de China y el dolor de muelas en el que Rusia se empeña en permanecer para seguir siendo relevante en el mundo. Una situación que el imperio americano pretende contrarrestar, utilizando el cúter que siempre ha tenido guardado en su caja de herramientas; para utilizarlo a modo de bisturí. Y no es otra cosa que sus fuerzas especiales en la función de asesoramiento a países amigos, y si la cosa se pone fea mantenerlos como núcleos de combate avanzados en sus guerras por delegación. Exactamente, la función que han venido realizando en Ucrania, y una vez se produjo la invasión rusa, el papel que asimilaron las fuerzas especiales ucranianas.

Ya dijimos al comiendo del artículo que trataríamos las “no lecciones” de la invasión de Ucrania en el análisis del papel de sus fuerzas especiales, porque, como demostramos en la primera “no lección” que acabamos de concluir. Este año nos ha servido para confirmar la nueva ola que se venía generando en el empleo de las fuerzas especiales. Dicho esto para explicar que no hablamos de lecciones, si no de confirmaciones, continuamos con la siguiente no lección en el próximo artículo que ya será sólo para suscriptores.